No vengo a hablaros de una película. Vengo a hablaros de algo más importante; tu propia película.
Hace unos años, hice el enorme descubrimiento de que pensar en positivo siempre era mejor. Una reflexión un tanto simple, pero si le añades un par de datos con fundamentos, todo lo que quieres puede ser tuyo. Comprendí que hay que relajarse, que aunque todo esté patas arriba se pueden ver las cosas ordenadas y que no hay mal que por bien no venga. Para todos los fanatic de libros como el secreto, la fuerza del optimismo y todas estas moñadas, roza sus argumentos. Un pensamiento positivo para una mayor esperanza.
¡ES CIERTO! pesa más lo negativo que lo positivo, ergo ¡seamos positivos! Pero espera… la vida no es tan sencilla, no todo depende de ti, también hay días malos, días duros, días grises… ¿que hacemos? ¿otra vez positivo? Me han despedido… los estudios no me van bien… mi pareja me ha dejado… ¿Positivo todavía Sr.Sexy?
La verdad es que no pequeño Timy. La verdad es que no.
Gracias a mi mismo, hace no demasiado comprendí que el lado bueno de las cosas, el que yo buscaba siempre, es al mismo tiempo; una esperanza y una condena a la frustración. No somos de oro, ni de piedra. Nuestro valor es inconmensurable y nuestra voluntad tangible. Ergo, aquí nadie puede afrontar las cosas presionandose a ser feliz eternamente. NO. Caí en el error, de por verlo todo más bonito; hacer cualquier cosa para no pensar en lo que no me gustaba, me hacía daño o era negativo. FUERA DE MI CABEZA, ¡FUERA!
Como todo lo que evitas, silencias o evades: vuelve a tí como un boomerang. Se hace mella en tu inconsciente y aunque pase el tiempo, forma parte de ti y te acompaña. Mierda, la has cagado y bien cagada.
Entonces comprendí que no me permitía estar mal. No me permitía el desencanto, la desilusión, la frustración… la tristeza. Todo lo que no me permitía me pesaba en mi mochila, me acompañaba.
¿Qué cómo lo hice?
Muy sencillo; sintiendo lo que me dolía. A veces cuando me sentía mal, hacía de todo menos sentirme mal. Fingía de todo menos querer sentirme peor y decía de todo conforme sentirme menos mal. Pues la auténtica solución es que debes permitir lo MALO para aceptarlo. Me encontré a mi mismo, tumbado en la cama y esta vez no me venían mensajes de culpa, rabia o tristeza volátiles sin meditación. Esta vez tenía tiempo, para punto por punto pensar en lo que auténticamente me dolía. Repasar cada momento donde me dolió más, sentirlo en mi piel y dejarme caer, repasar otra vez y seguir sintiendo con intensidad los momentos en los que, como un puñal envenenado se me quedaron en la sangre. Ahora estaba yo solo, con mis miedos, sin evitarlos.
Al cabo de 30 minutos, me levanté de la cama, ni tan solo estaba llorando. Entendí todo lo que me pasaba, y ya no venían pensamientos volátiles, habían sido afrontados y ahora no necesitaba mi inconsciente mandármelos mientras hacia cosas rutinarias. Sin darme cuenta, la sensación era distinta, aceptaba todo lo que me daba miedo y esa era la gran libertad. Perderle el miedo al miedo y aceptar que no lo puedes controlar.
Hice la mochila y me fui, en busca de otras nuevas aventuras. Sin huir de nada, sin escapar de nadie, sin evitar ni evadirme, sintiendo que podía hacer cualquier cosa que mi conciencia estaba tranquila.
Paz