A todos nos tienta la máquina del tiempo. Dejaríamos de lado tanto fingir el presente para recurrir aquello que más veces viene a por nosotros: los recuerdos.
Estoy cansado, como tu; de hacer las cosas bien y de no poder cambiar las que hice mal. De no poder volver atrás y cambiar lo que aprendí contigo, por «lo que superamos juntos». No tener que sentir que fuiste un aprendizaje más y no la definitiva, con la que ya tenía todo lo que necesitaba.
Siento que a veces recurrimos al pasado en busca de miedos. De cosas para protegernos, de recordar lo que nos hizo daño para grabarnos a fuego que no queremos que se repita. Esta vez recuerdo tus abrazos como si fueran nuestros, como si fueran parte de un recuerdo eterno. Asumiendo que todo esto, no me hace cambiarlo, ni siquiera gustarte más ni menos.
El tiempo no es lineal. Y cuando lo pasamos mal parece que se oscurece en futuros de comer porquerías y ver series todo el día. Parece que se apaga en falta de motivación y solo los auténticos amigos a tu alrededor. Todo por cosas que ya no vas a poder cambiar. Que la taza de café nunca volverá a ser grano, igual que esas discusiones ya nunca saldrán de tu cabeza. Que los momentos y la ternura tampoco podrán escapar a las miradas, a los momentos bajos, a los días de lluvia. Pero lo que más quema de recordar es saber que las discusiones, ya sustituyeron la pureza de amar, sin esperar, sin pensar en que algo pueda ir mal. Eso ya sabes, que con ella ya no será.
Te despides lentamente de cada palabra, de cada gesto singular, de cada risa bajo noches alocadas, de momentos en los que el día no acompañaba y recibías un mensaje especial de sorpresa en la madrugada. Ahora todo está coloreado por ti y todo huele a mi fragancia, pero nada es real cuando volvemos a casa. Puedo imaginar y revivir cada sensación, y cada ilusión que dibujamos juntos en la arena mojada, pero como la misma; tras el agua se borra y no es fija. No es eterna, se disipa.
El tiempo no es lineal, es cuántico. Y quiero pensar que existen lazos más altos, saltos espaciales en los que no la cagamos y continuamos amando sin pensar en el pasado. En el que el brillo en los ojos vuelve, como la lluvia a las nubes. En el que todo es posible solo por pensarlo, en el que eliminaría hablar tanto las cosas por VIVIR más las caricias.
Pero viejo amigo, no me castigo por lo vivido. Se que no fue culpa mía, pero si del destino. Del momento, de las cosas que escapan al control. Y hoy me cago en el destino, me cago en todas las cosas que nos separaron y que ahora solo nos unen por compromiso.
No es mi personalidad, ni es lo que puedo cambiar.
Es simplemente, que te amé, me amaste y ya está.
Te dejé marchar.