Y entonces me quedé sin palabras.
Estaba tirado en esa calle, la número 207 cuando me di cuenta de que ya no tenía ni una palabra ni una letra donde poder hacer aterrizar mis mejores poemas.
Me llamo Mario y soy algo así como un escritor. Y digo algo así porque hoy en día no hay nada seguro pero al menos aseguro que algo soy. Llevo todo el día buscando por mis cajones, por mis emociones, por los rincones y no encuentro una sola letra que termine este poema. No encuentro la estúpida palabra que le de vida a este sin sentido. Así que salgo a pasear. Pensando en la última frase escrita:
“lo dedicaron todo a la bienvenida”
Me decido andar sin rumbo fijo. Hacia ninguna parte, dando tumbos. Las calles me suenan y a la vez me confunden, es extraño. Estoy realmente perdido en mis entrañas, recordando los versos que me dediqué esta madrugada y que no supe finalizar y se quedaron en esa hoja blanca.
Estos balcones son parecidos a otros que ya vi una vez y esta historia tiene que tener un final. Pero creo que estoy lejos de casa y no se volver a empezar. ¿Por qué cojones no se terminar esa historia? Y lo peor de todo es que así no puedo empezar otras. Necesito que ese final esté escrito en un punto y a parte y sentir que se cierra la tapa de este capítulo.
¿Dónde estoy ahora? No se como dando vueltas he llegado, pero he picado al timbre; Ha salido ella y solo con su sonrisa ya me ha dado las últimas palabras:
“lo dedicaron todo a la bienvenida…
Y nunca tuvieron despedida.”