Por lo visto mi despacho se acababa de convertir en una especie de granja y hormonas muy peculiar. El pato no tardó dos minutos en cagarse en la alfombra que me traje de mi viaje a Marruecos.
– Carla ¿qué es todo esto?, y ¿por qué el pato ahora está haciendo un sudoku sentado en la papelera? – le pregunto gritando y poniéndome de pié.
– Le gusta hacer sudokus mientras caga, peor sería que lo hiciera en la alfombra. Disculpa jefe, ha sido una noche muy larga, ni siquiera se quien le enseñó a cagar en la papelera. – Me contesta con voz tranquila y relajada.
– ¡También se ha cagado en la alfombra! no quiero saber porque estás obviando el hecho de que haga crucigramas, por no hablar de que se ha puesto un monóculo para hacerlo. – le digo poniendo mis brazos sobre la mesa y mirándola fijamente.
– Son sudokus, no crucigramas. – me contesta con los párpados caídos.
– ¡Me da igual lo que sea! Sácalo de mi despacho, llévese su olor a tabaco barato, copas por 4 pavos de un local cutre donde celebráis las fiestas con tu amiga Laura. La próxima vez que vengas a trabajar espero que te duches antes, mires si llevas algún pene colgando en la cabeza y si traes a un pato que me traiga el desayuno con un smoking o me haga algún truco de magia al menos, para que intente olvidar despedirte por tanta irresponsabilidad junta. – finalizo señalando la puerta con la mano.
Carla mira al pato, el pato la mira a ella, se quita el monóculo y se pone el sudoku debajo del ala derecha y se va pateando por delante de ella dejándola atrás y cerrando la puerta después. Ahora tengo un pastel de mierda en mi alfombra, la habitación huele a granja y lo peor de todo es que ni siquiera el pato ha dejado el libro de sudokus y se lo ha quedado. Llamo por el interfono a mi becario:
– No te creo capacitado para hacer nada mejor que llevar mi alfombra a la tintorería, tiene una cagada de pato que hace sudokus. – Le digo con voz cansada por el telefono del despacho.
– Oído cocina, ¿ha dicho usted Sudokus? – me contesta extrañado.
– Es lo que le gusta hacer mientras caga en las papeleras.
– Entonces, ¿por qué tengo que limpiar la cagada de la alfombra si lo hace en las papeleras?
– Pues yo que coño se, tal vez no encontraba sudokus y es su manera de cagarse en todo. Coja la estúpida alfombra y cumpla su estúpido trabajo porque no le pago para hacer tantas putas preguntas.
– No me paga, soy becario y solo me da cápsulas nespresso y collejas. Pero de inmediato tendrá su alfombra.
Después de colgarle el teléfono ya me creo que no tendré más conversaciones absurdas hoy. Pero me distraigo viendo o a través de los cristales de mi despacho, como Rosa está llevando unos archivos sonriendo, paseando su cabello platino por toda la oficina. Me llevo las manos a la cabeza y los codos al escritorio. ¿Ese estúpido pato también sabrá sobre el amor? Porque ahora mismo aceptaría también sus consejos. Mejor que me ponga a trabajar ya, debo preparar la presentación de mañana.
Es más tarde cuando salgo del trabajo para comer y me encuentro en la parada del autobús al hombre con Bombín, des de lejos lo contemplo, él está de espaldas y no puede verme. Me siento un ninja o un espía ruso. Le miro detenidamente como nunca lo había hecho, maletín perfectamente cuadrado, bombín perfectamente redondo, traje negro estrictamente a medida y unos zapatos relucientes y brillantes. Mientras lo analizo me doy cuenta de que no tengo ni puta idea de analizar y que como cualquier otra persona miro por curiosidad, observo de arriba a bajo en busca de algo que me de una pista, pero ni siquiera se que busco, ni siquiera se interpretarlo. La verdad es que sigo sin tener ni idea de quien es ni lo que hace, así que hoy comeré pizza porque me siento descontento con el día y me hincharé a grasas para compensarlo, lo sé era mejor lo de hacer sudokus mientras cago, pero yo no soy un pato.
Hay días rutinarios, pero después de esta pizza pienso ir a decirle algo a Rosa.
[CONTINUARÁ]
CÓMO SER POETA SIN MORIR 