¡Hola Mama!
Buenos días, me estoy comiendo el mundo sin melodía. Me canto canciones sin agonía me pongo tostadas sin alevosía, me siento en la silla sin ver si es la mía, me siento en la última fila. Mírame mama, me fui lejos en busca de objetivos nuevos, echándole huevos, con zapatos viejos y con mucho pelo en el pecho, … Pero me sigo perdiendo en mares profundos. Porque quizá soy el mismo de siempre. Porque quizá como dijo papa siempre fui de soñar a veces, como el abuelo, como sus castillos en el aire y esos consejos.
Tengo miedo lo se, es obvio que no tengo claro ni la mitad de lo que hago, si me enfrenté a la vida con capa y espada y ahora de esta capa nadie escapa. Y aquí estoy, sin pasta. Sin normas, a mi bola; pero sin nada. Estudiando una carrera, soñando con vivir fuera, con miles de mares que cruzo cada mañana antes de abrir la nevera y verla medio llena. No quiero que me pagues el teléfono, no quiero esa comida que me llega, ni ver como me pones tuppers en la cartera cuando estoy fuera. Mírame mama, estoy andando solo. Mírame papa, espero ser tu orgullo.
Me cuesta tanto. Me cuesta mucho disimular que estoy perdido, y más cuando me encuentro enfermo como ahora. Cuando me arropo y no toca, cuando ni siquiera se consolarme como tu lo hacías, ni tan solo se medicarme ni aconsejarme como tu lo hacías: con ese arte, con esa fuerza que levantaría legiones enteras de su miseria y se enfrentaría al mismísimo julio cesar. Ahora tengo frío, tengo gastos que ni necesito, las cuentas no se llevarlas Padre. Y solo recuerdo como gritabas por ellas, no como resolverlas.
No os culpo, de verdad que no os culpo. Estoy jugando una vida cada día a cara o cruz, y cada decisión que cruzo es fuerte, pero a la vez dudo. Dudo porque no tengo el calor de una calefacción, ni el de cientos de miles que da tu calor de un solo abrazo tuyo. Estoy triste, rematadamente triste porque no existe en esta mesa desayuno. No existe zumo. No existen palabras de orgullo, sino café solo y pan duro.
No me quejo, salgo los viernes hasta el siguiente festejo. Casi no duermo, estoy como un búho noche y noche despierto. Me administro fatal el tiempo, sueño con que me arropes de nuevo y mi única preocupación sea llegar pronto al colegio.
Ojalá ahora alguien me acompañara hasta la puerta de mi trabajo rutinario, me diera un beso en la frente, me recordara si cogí el bocadillo y me recuerde; que siempre que quiera, puedo ser fuerte y que en realidad; cuando quiera podré venir a verte.
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He tenido la suerte de disfrutar de tu talento esta noche en La Masía. Espero poderte disfrutar en más ocasiones. Me han encantado tus poesías. Tengo 50 años y me enorgullece profundamente que subais jóvenes con alta sensibilidad. Es lo que necesita el mundo para el cambio. Sois más importantes de lo que pensáis. Sois la generación del 2000. Como fue la del 98 en su momento. Y jugáis un papel muy importante en la sociedad. Seguir en pie, por favor. Mi apoyo incondicional.
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