Te he perdido la pista.
y miro,
la carta filantrópica sobre mis cualidades físicas que nunca escribí desnudo.
El hueco de la llave por el que miro mi propia rutina, es el mismo que me encierra.
La guarida de mis miedos, está hecha de sábanas y pinzas, y representa tipi de los cherokee.
Mantengo una cara de medio sonrisa irónica como Jack Nicholson en lo mejor imposible.
Estoy haciendo Pitágoras en la cama, me encanta sacarte hipotenusas en la espalda.
Como si sobraran segundos, como si los relojes de arena no tuvieran nada.
Y aquí me encuentro, postulado enfrente mi sombra de casis y de porques .
Implorando la más alta magia ‒oscura o negra- que me muestre por donde.
Pero como un monstruo, el ego no me deja.
Tan solo me piso a mi mismo, y me dejo la eterna y dolorosa
huella.