Cuando me encierro,
suscitando el mayor de tus pecados
hecho trizas en un papel pintado:
soy tu perro.
Y no pretendo que me correspondas,
que me llenes de vida,
ni que seas mi salvavidas.
Simplemente quiero que me hagas sombra.
Que me llenes cual luz estelar,
cual bóveda entre tu mal estar
y todo lo que nos hace volar
sin ninguna razón obvia.
Quiero guardar comparecencia,
en el paradigma normativo
de ser administrativo
y a la vez tu tentación más selecta.
Ser el receptor de miradas
furtivas o salidas de tono
que no necesiten monóculo,
y se alimenten de palabras mal sonadas.
Y que después de todo ese drama
me permitas ser la plusvalía
que se postula ante todo lo deseable;
como un humilde vagabundo pidiéndote pan.
Para que cuando otro venga a comparecerte,
tu baremo ya sea sencillamente:
inalcanzable.