No siempre uno siente que está preparado para encender la mecha de lo que lleva dentro. ¿Qué hay dentro de mí? Si me viera una pintora diría: luces y sombras. Si me viera una poeta diría: sílabas y rimas. Pero cuando me miro a mi mismo solo veo contradicción, colores y palabras muy largas.
Hace tiempo que no escribo, sin ningún motivo aparente. Hace tiempo que no escribo. Supongo que la vida es aquello que pasa mientras no haces caso a todo lo que sientes y es que vivir sintiendo se hace muy sentido. La autoconsciencia se abre paso entre los entredichos de mi conciencia, diciéndome: tampoco es para tanto.
He empezado a coser experiencias sin dejar atisbos de rencores. He empezado a coser botones donde antes habían arañazos y he empezado a dejar abiertas las cremalleras para que el viento fresco se cuele entre mis huesos. Que no me hablen de brisas si no conocen el dolor de no sentirla. Que no me hablen del tiempo aquellos que viven como si fueran a perderlo.
Estoy preparado para encender todas las mechas de los cohetes que no me han invitado a esta verbena. Pero qué lástima que cuando me decido para lanzarme hacia mis nuevas metas, siempre encuentro otra mecha a la que decirle lo bien que se está cuando se vuela. Decirle que no sé a qué espera, si todo mejorará, si todo se andará, que no dude, que lo haga. Y aquí estoy, olvidándome de mis viajes, añorando mis pasajes, desechando mi equipaje: por ti. Sin que me lo hayas pedido, por ti. Por ellos. Por vosotros. Por nosotros.
Tengo una lista de tareas pendientes de las que quiero desprenderme y empezar por las que no están escritas. Aquellas que realmente se ocupan de hacer fuego con cada pequeña idea.

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Una respuesta a “Primero tú, luego el mundo”