El vértice del equilibrio, es el segundo disco de estudio y en banda de AYORA. Grabado en casa, producido por Jordi Bastida y mezclado por Joel Condal. Los músicos del disco son Guille Ayora (voz, guitarra y pianos), Jordi Bastida (guitarra y coros), Lucho Torres (bajo y coros), Jose Benítez (batería y coros) y Pau Calero (teclados y coros).
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El vértice del equilibrio, empieza ‒otra vez‒ con una especie de wake up, morning, despertar, alarma… ¡ya estás en pie! Nos encontramos de nuevo con expresiones artísticas dedicadas a la pintura y un viaje acompañado hasta un sol que no complace, que no es justo. Aviso para navegantes: aquí se va a especular con las metáforas a más no poder así que siéntate y juega. Lo que tenemos claro en este primer tema es que vamos a andar en el vértice del equilibrio, que estaremos en él, que nos llevará por él. Rompamos ese límite que nos separa con lo natural, con lo bello, con lo estáticamente dicho, con la doxa y en esta línea llamada argumento intentemos hacer algo distinto sin caer. Aunque no debemos dejar de lado el mensaje que da como subtitulo: no sufras, estoy bien. Estos límites harán de mi algo mejor. Harán algo de nosotros. Harán algo de ti, continuemos.
Puede que no sea tan fácil mantenerse, así que la fina linea entre estar y no estar puede dar lugar a dicotomías entre vida y muerte, entre vivir y sobrevivir, entre morir y resucitar. Resucitó nos recoge de esos márgenes existenciales del primer track con su comienzo musical recreando la melodía y la cadencia misma de la expresión que usará Ayora cuando diga: resucitó. Cuando lleguemos al estribillo encontraremos una expresión de nuevo relacionada con la luz y la oscuridad, si antes encontrábamos al sol ‒que ya no calentaba‒, ahora nos topamos con el «amanecer«. Donde en éste, empiezan a ocurrir cosas que no ocurrían, cosas que no vivían, que entran y salen: el rincón de lo efímero. Podría ser tomada como una cita fugaz, pero al mismo tiempo es una oportunidad que vuela, que debe ser aprovechada o se escapa como cuando «no la volveré a ver«. Nos dejaremos gustar por unos coros en el estribillo muy poco encontrados en los anteriores trabajos y nos damos cuenta enseguida del trato musical derivado de una buena selección de músicos que han dado más forma a este disco. Como subtitulo nos guía: El vector, el momento y el aftermath, es decir, la secuela. No se puede pasar de canción todavía porque Ayora nos quería dejar un recado para que fuera comentado al final del tema, un bonustrack. «Cuando dudas no hay dudas«, una idea cíclica e irónica que se repite como una especie de mantra conceptual en el que ‒no de casualidad‒ suena como si una grabación casual en el estudio, donde el cantante se pone a probar cosas que tiene pensadas. Nos pone la guinda de toda esta interpretación: si lo ves, si lo tienes delante, si es lo que quieres debes cogerlo. Los momentos son efímeros, las dudas son disuasorias de las decisiones y debes entender que el siguiente segundo ya es distinto al primero.
Lo que nos lleva a la construcción de las dudas: El miedo. Éste tema reluce con la calidad musical antes mencionada, disfrutémoslo. Vamos de los límites, de lo efímero del momento al miedo paralizante. De hecho, de forma curiosa, se usa la palabra «confina» que en estos tiempo es tan dolorosa y agridulce por lo sucedido en la pandemia mundial de 2020. Evidentemente, ha sido un término casual, puesto que éste disco estaba más que escrito antes del confinamiento. Volviendo a la interpretación, da la impresión de que el miedo para Ayora no pretende ser contado desde la tristeza sumida o lo oscuro, sino desde un pasaje necesario, un tránsito naturalmente aceptado. Desconozco con exactitud ‒como todo lo que digo en esta crónica que es pura especulación interpretativa‒ si quiere darnos una perspectiva disonante con la expresión del subtitulo que dice «lamentaciones desde el congo Belga», queriéndonos decir que por muy estridentes que sintamos nuestros sentimientos no dejan de sentirse insignificantes y lejanos para otros o que incluso no se pueden medir con la misma regla. O ya si creemos que es literal, estaríamos hablando del desequilibrio que hay entre un problema introspectivo occidental con los problemas de la sociedad autóctona y las dictaduras de la colonia Belga en el Congo a principios del siglo Siglo XIX. Obvio que no es eso, pero aquí lo dejo.

Una vez hemos pagado por el miedo, hemos sentido el miedo. Empieza una aceptación que nos repite: No te necesito, me repito, ni me necesitaaas tu a mi. Noooo te necesito, me repitooo, ni me neceeesitas tu a mi. Podría saltarme esta canción porque se explica sola. Es un temazo, se te engancha y hasta te suena que ya la has escuchado antes. Intentemos algo breve y obvio: nos gusta de nuevo que la melodía acompañe silábicamente las frases con la guitarra y el «no-te-ne-ce-si-to», porque cuando termina la silbaríamos hasta rabiarla. Pero a parte de eso, está hablando del amor libre, de la expresión de amar a dos personas al mismo tiempo, de dicha ambiguedad que es entregarse a una sola cosa, a una sola persona. Ideas modernas para tiempos modernos o simple existencia y narración propia. Suena como si lo viviera porque nos quiere mostrar una frase recurrente cuando se viven estas experiencias: no te necesito, me repito. El abismo al que pareces caer cuando te planteas por primera vez que no necesitas a nadie y que no te necesitan y que aún así, la sigues queriendo y te sigue queriendo. Te lo repites. Hasta que sea cierto, hasta que te lo creas. Como subtitulo ha escogido esta vez «la primera afectó a la siguiente y así sucesivamente» entendiendo que puede hablar de personas o que incluso habla del concepto, de la idea que debía hacer axioma en los pensamientos de indefensión aprendida y dar lugar a un nuevo concepto sobre el amor.
Ahora es momento de dar Un paso al frente, en esta ocasión sentimos una pequeña pausa anímica. Una supervivencia, una manera de volver a enfocar todos estos asomos a uno mismo y sus abismos. Hay que arriesgar para seguir, hay que esforzarse para continuar, hay que quemarse las manos, apretar las manos, levantarse cuando ya no te quedan huecos para más puñetazos. La superación es un tránsito de nuevo, no un principio y un fin. «Ánimo, valiente«, el subtítulo vuelve a llevarnos por este camino, aunque escuchemos de nuevo la palabra «relieve». Lo que me hace recordar en retrospectiva lo escuchado: «el vértice, vector, relieve…» puede que estemos en un mundo geométrico y no lo supiéramos. Puede que Ayora no solo esté construyendo con metáforas sino que con conceptos opuestos como las luces y las sombras ‒de la pintura‒ y con números y letras ‒ de las matemáticas‒.
Pero en todo este camino por los ríos de uno mismo, sus límites, sus miedos, sus paradojas, siempre existe una «Variable» no vista anteriormente. Este tema hace que respire el disco en un punto clave, en un lugar táctico donde recuperarnos de este leve espacio dulce que ha sido cada track anterior. La música ya lo presenta, su voz se pone en contexto y canta: como el agua por los escalones a merced del paso y la corriente. Quiere dibujarnos un paisaje cálido y estable. Cuando tengas todos tus planes, cuando creas que todo está ya cuadrado, que los «ángulos» están en su sitio debes contemplar que «no eres más que un punto en el espacio«. Tan incorrecto y efímero como perfecto. De ti depende quitar hierro de esta forma, reformular tu cuadro y volver a un punto de honestidad, de humildad donde todo se verá con perspectiva. Porque «casi todo depende de ti«. Podemos afirmar ya que el viaje introspectivo está servido y vamos a pasar por las etapas que el autor considere.

Pero entonces, como de un viaje astral se tratara, volvemos a nuestro cuerpo para percibir que el día sigue pasando y ha llegado La tarde. ¿El día está pasando? Nos recuerda indiscutiblemente al anterior análisis de «hay más luz» de 2016. Estamos transcurriendo por este viaje y nos encontramos ya pasado el meridiano. A nivel conceptual claro. Pero a nivel literal está comentando como la rutina le pudo hacer entrar en una inesperada sonrisa, una subyacente realidad re-descubierta. Paz amigos y amigas. Como una tarde de domingo pero todos los días. Porque claro, «te acompaño, yo también iba en esa dirección», hoy hay tiempo para todo y para cualquier cosa. Para pararse, para perderlo, para aprovecharlo, para todo. Curiosamente, está plantando las baldosas amarillas para la siguiente aventura:
Sendas equivalentes, dos caminos que se asemejan y que es probable que lleven al mismo lugar. No solo equivalencia sino dirección. Sin menospreciar la expresión popular como lo es «todos los caminos llevan a Roma«, quiero desengranar mejor esta idea: nos encontramos delante de dos pensamientos, que caminan de la mano pero son distintos caminos. A veces nos sentimos con una verdad única y absoluta que nos traerá de vuelta a la cordura, que de hecho sentimos que debe iluminar a los menos lúcidos sobre nuestra verdad. Vemos reforzada esta idea cuando en el subtitulo nos declara: «imagina que no eres de izquierdas». Deshilachemos nuestras ideologías para empezar a pensar en ideas. Cuando miramos como se derrite el pomo de las puertas que nos separan, cuando ya ni la división tiene importancia. Cuando de hecho es nutritivo que alguien se anteponga para que exista tu posición en si misma. Cuando no hay cielo sin infierno, cuando no se aprecia un color sin el otro, cuando los opuestos se tocan, cuando ni las matemáticas ni la pintura pueden ayudarnos, la música hará de bisagra, hará que rueden los engranajes.
Entre estos caminos inhóspitos, nos encontramos con un ser presuntamente pequeño llamado Laia. Nombrarlo con un nombre de persona es una declaración de intenciones siempre ¿pero quién es Laia? No podemos saberlo con exactitud, solo dejarnos llevar con la canción hacia una búsqueda de alguien. Cada caricia, cada suspiro, cada tacto nos lleva a la corporificación de un ser quizá diminuto. ¿Qué podemos entender aquí? Como subtitulo tenemos un claro y simple «nos vemos«, donde podemos fantasear con que Laia es una sobrina a la que acude a veces y se despide siempre con tan severas y endulzadas palabras. Musicalmente entenderemos al final que hay un pequeño juego de palabras para despedir el tema con el mismo nombre, el cual nos dejaremos gustar por él porque ya es del todo confirmado el nivel musical de este disco.

Quizá alguna vez también fuimos pequeños, también alguien nos miró con esta esperanza redescubierta y quizá alguien ahora nos mira con ese vano recuerdo de nosotros. De la inocencia. El que fui no es una constitución del super poder, ni un camino del héroe, ni el transcurso de años de laborioso trabajo sino: humanidad. Ayora se esconde detrás del mismo Ayora para declarar que ya no es el que era. Que quizá todos vamos y venimos pero aquí estamos simplemente para aceptarnos, dejemos de vivir de lo que creemos que son los demás y nosotros mismos. Quizá papa y mama nos buscan como niños escondidos en adultos y tal vez esa es la añoranza de la que habla Ayora, la de una madre o un padre mirando a su hijo. Por ello pide en el subtítulo «léeme un cuento, por favor«, no soy el que fui pero podemos encontrar un punto en común en toda esta intransigencia.
Y entonces, como de cereza en una tarta se tratara, topamos con Uno en la distancia. Con un punto entre dos cuerpos que se miran. Este tema es posiblemente el amanecer definitivo de nuevo ‒volviendo a el vértice del equilibrio‒ y perfecto como tema colmen. Volvemos a escuchar lo ya escuchado en el recorrido del disco: el miedo, las variables, un paso al frente, resucitó, sendas equivalentes, etc. Este tema musicalmente se compone por una serenidad envidiable para lo que aparentemente es un momento de ruptura mutua. Dos personas que se han juntado pero no se entienden en este puzzle que es compartir. Pero qué exquisito es este terror real que nos transmite la unión desunida, ser uno en la distancia. «¿A qué estamos jugando?» se pregunta, me pregunto y se preguntan. Terminando con un audio especialmente escogido para transmitir una extraña normalidad en la que aparentemente nada de eso ha ocurrido e incluso termina con un: esa soy yo. Después de todo este viaje, de las emociones, del camino de aprendizaje, de autoconocimiento terminamos con tal concisas y duras palabras.
Por cierto, si queréis comprarlo estáis de suerte porque en un momento donde nadie quiere tener discos ya, el diseño es precioso, único y especial diseñado por Isabel Vinardell y manuscrito por Anabel de la Paz.
Éste soy yo. Quizá nunca fue lo que dijo Ayora, pero este es mi análisis y lo interpreto como quiero.
Espero que lo hayáis disfrutado conmigo y compartáis la cultura impulsada de manera tan personal.