No se cuantas veces soñé mirando las estrellas. Recuerdo a mi padre sentado en una hamaca a mi izquierda con sus manos entrelazadas encima de la barriga y diciéndome:
el espacio es muy grande.
Sabéis de qué espacio hablo ¿verdad? supongo que mi padre se refería a el espacio del cielo estrellado. Esos cielos que ya ni se asoman por los balcones de las ciudades, esos cielos en los que podías ver hasta la via láctea atravesando, aquellos que se parecen a los que aparecen en las televisiones para demostrar que son de 4k la resolución. Aquellos pero de verdad.
Ahora pienso que es más grande el espacio que hay entre las dudas y las acciones cuando te haces mayor. ¿Qué será de mí? ¿es esto lo que yo mismo espero de mi futuro? Yo también me creí aquello de pedirle deseos a las estrellas. Me lo creí. De hecho pedí cosas insustanciales que deseaba y evidentemente no aparecieron.
Si todo fuera tan fácil ahora como ir a comprar algo que no tengo o si hubiera sabido entonces que eso no tenía más valor que la posesión. Todo sería distinto, claro.
He envidiado siempre a muchas personas. Sobretodo a esas que tienen claro lo que quieren hacer desde pequeñas. No tengo ni idea papa y aunque me lo preguntes cientos de veces no sabría qué contestar. Supongo que me encantaría replicar lo que tú has tenido, intentarlo hacer bien, intentarlo mejorar, formar una familia y parece que de esta forma puedo cerrar un ciclo. Pero ¿qué hay de mí? No sé si quiero ser un engranaje más de una rueda que gira sin importarle nada.
Soñé tantas veces en ser alguien. Pero no concretamente algo, sino en una especie de punto de luz reflejado en todo aquello que me hizo a mi feliz. Replicar felicidad como concepto de vida, como destino, como última parada o como allí donde quiero llegar. Durante mucho tiempo he hecho lo que esperaban de mí. Bueno, quizá no tantas veces. Pero sí las suficientes como para sentir que nunca llega el momento para apostar por algo concreto. Por algo pasional, por algo intrínseco, por algo orgánico.
El mundo polifacético del artista que no se conforma. Que busca destruir estabilidad para restablecerla, para escribirla, para sangrarla, para llorarla, para convertirla en ápice de polvo que brote en otros muebles. Soy consciente de que me estoy escondiendo detrás de mis complejos. Que quizá no tocaré la guitarra como mis maestros, no cantaré con demasiada sensibilidad, no escribiré el libro que quieren vender los influencers, no ganaré premios por una poesía pasional y directa, ni siquiera podré hacer un chiste tan gracioso como para superar la carcajada de alguien que se dedica estrictamente a ello.
Me veo capaz de todo ello. Pero, ¿qué escojo? ¿Cómo me entrego a todo eso? nada se me da bien del todo, pero en todo podría destacar si le dedicara mucho más tiempo y no tanto en ser adulto.
el espacio es tan grande como las dudas en mis decisiones.
La cuestión es que no puedo hacerlo todo y cómo más esfuerzo pongo en tirar todos los cables a la vez, ninguno avanza. Debo decidirme por uno y explotarlo todo lo que pueda. Me siento muchas veces una estrella, que no sabe como dejar de reunir rocas para acabar convirtiéndose en meteorito. Me siento astronómicamente fuera de mi órbita, sin saber como dejar de tener tantas opciones para empezar a brillar.
Has cometido un sincericidio en tu entrada? Si es así amigo; solo le diría al protagonista de tal ficción; que haga lo que realmente le provoque esa felicidad aun no compartida, que le inflame el alma. No hay cosas pequeñas…cuando se vive de la esencia y no del parecer. Un cordial saludo,
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